5 ene 2012

CUENTOS PARA LEER EN EL METRO

 
X-MEN 3: LA FEA Y LA BESTIA
Él, como siempre, le arrugó la piel con un beso al levantarse. Ella no perdió tiempo y se la planchó enseguida, pues entendía que era de muy mal gusto andar por ahí con la piel arrugada. «Tengo hambre», gruñó él, mordiendo las palabras, las cuales rodaron por el suelo, llorando de dolor, como fue el caso de la te, a la que hubo que llevar de emergencia al hospital, en donde fue sometida a una operación para extraerle algunos pedacitos de dientes, y de la o, que ante aquella mordida salvaje quedó impedida para siempre en una silla de ruedas. Ella prepara el desayuno, debatiéndose entre el horno microondas y el desespero. Él, como siempre, hojea el periódico, buscando resistir el hambre en las páginas sociales y las tiras cómicas de Los Melaza: «Me cae bien este Jorge», dijo. Ella sigue frente al microondas, su mirada se pierde por toda la casa y sus pupilas pierden el sentido en cada ojo. De pronto, un sentimiento de nostalgia se apoderó de ella, pero el sentimiento no pidió ningún rescate a cambio. Entonces tendrían seis o siete años de noviazgo: él era muy joven y atractivo, salvo lo torcida de su mandíbula, producto de un accidente a temprana edad, cuando apenas le comenzaban a salir los colmillos. Ella también era muy bella: lo disimulada de su nariz, siete centímetros cuadrados, y las proporciones envidiables de sus orejas, las cuales caían como catarata, fingiendo una abundante cabellera que no tenía, eran simples detalles ante aquella hermosura indescriptible de sus pupilas redondas, sus dientes colocados uno a continuación del otro y sus ojos en par. Camino a casa todos se quedaban mirándola, ¿deslumbrados ante tanta belleza?, quizás. Ella, sin embargo, seguía su paso indiferente, acariciando a su enorme sapo mascota cruzado con hicotea. Y aunque a su juicio todos los hombres eran iguales, al regresar de China descubrió que no, y encontró en Él al gran amor de su vida. Doce años después se casaron, a pesar de las advertencias de sus respectivos padres, y las insinuaciones malsanas de los demás, ante tan precoz decisión. No obstante, ahora todo es diferente: los gritos por toda la casa, las borracheras de Ella y el llanto a solas de Él, eran ya toda su historia.

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