EL ETERNO RETORNO
Según todos, aquella extraña sensación de que una desgracia inevitable se avecinaba era culpa del mendigo, que con su desaparición había roto, de alguna manera, el equilibrio de aquel pueblito. Así que para restablecer el orden natural, el cardenal, el dueño del banco, el gobernador y otras gentes de sociedad, interesados en la prosperidad del lugar, acordaron turnarse para sustituirlo. Mas, el monto de las limosnas era tan alto, la sinceridad de la gente que las daba tan real, y la conformidad de quienes las recibían tan notoria, que no pudieron evitar la tragedia: el pueblo se llenó de mendigos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario