Cada día trae consigo la
sensación de una gran pérdida: del empleo, de los sueños por los que vivimos,
de las utopías que nos hacen avanzar, de los paradigmas que nos mantienen
enteros. Una maldita tensión de la que podríamos librarnos para siempre, si no
fuera por esa arrogancia que nos hace creer —¡imbéciles!— que está en nuestra
manos controlar todo cuando conspira contra nuestro sosiego.
19 dic 2012
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario