Ante la muerte de un ser
querido, sentimos la imperiosa necesidad de rebelarnos de manera extrema ante
cualquier situación que —aunque sea en apariencia— contravenga nuestro estado
de ánimo, o cualquier determinación al respecto, así sea imprudente. De esta
manera, logramos dos cosas: primero, recuperar por ese instante la
autoestima que hemos perdido, producto de una vida azarosa; segundo, crear la
fortaleza suficiente para soportar la pérdida.
2 ene 2013
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario